domingo, 21 de septiembre de 2014

Un héroe concreto.

Retrato de Daniel Oliver. ¿Cómo es un héroe? El diccionario habla de hombres ilustres, virtudes, mitología y relatos épicos. Todo muy abstracto. Pero ¿cómo es un héroe concreto? En Valencia hay unas cuantas personas que conocieron a uno. Se llamaba Daniel Oliver, tenía 23 años y murió el martes en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Clínico de Valencia. Terminó allí porque seis días antes, cuando salía de la facultad y volvía a casa, intentó defender a una joven a la que estaba golpeando su novio. Daniel apenas tuvo tiempo de intervenir. Se acercó y el agresor, asiduo al gimnasio de su barrio, experto en defensa personal, 10 centímetros más alto y más ancho que él, lo tumbó con un golpe mientras se giraba. El estudiante se partió la cabeza contra el suelo.
El agresor vio el resultado y se vino abajo. Sólo entonces los demás testigos, los que no son héroes (y había bastantes: eran las 13.30 en la avenida más universitaria de Valencia) y estaban contemplando la escena desde la barrera, se acercaron.

Daniel Oliver nació accidentalmente en Barcelona y llevaba los colores del Barça marcados a fuego. Pero era de Benicull, un pueblo de 950 habitantes a 40 kilómetros de Valencia y a menos de cinco del Parque Natural de L'Albufera. Era también el típico chaval que se queda con la gente: "Simpático, sincero. Siempre decía las cosas a la cara, que después a esa gente es a la que se tacha de... Si tenía algún problema contigo, te lo decía. Para resolverlo. No le daba vueltas a las cosas ni evitaba la situación nunca. Siempre de cara", dice Pau Alberola, colega de Daniel desde que se acuerda. Sus amigos coinciden en lo que uno de ellos describe como una permanente disposición a "evitar cualquier riña por medio del diálogo". Oliver estudiaba quinto de Derecho en el campus de Tarongers, un conjunto de edificios de dimensiones gigantescas, pasillos infinitos y atmósfera fría como el hielo. El número de alumnos (5.300) y la fragmentación de grupos por asignaturas, tampoco estimulan la socialización. Pero aquello no frenó a Dani: el viernes, a las 12.00, más de medio millar de personas, la mayoría alumnos, se concentraron bajo una lluvia fina para recordarle ante la facultad. Era el chaval que en el viaje de fin de carrera a la Riviera Maya se plantaba en medio del autobús y se soltaba contando chistes, recuerdan Laura de Julián y Macarena Gil, que lo conocieron en abril, bajo el calor espantoso de las pirámides de Chichen Itzá. "Era el típico pequeñito, nerviosillo, alegre... El típico bicho acelerado pero súper buen tío que cuando veía algo que no le parecía bien, no se callaba", cuenta Francesc Banyuls, de 23 años. Oliver llegó a estudiar a Valencia y se metió en un piso de estudiantes. Los que lo conocen no tienen dudas de que hubiese conectado con los noruegos. Tenía billete para irse en febrero a Tromso a terminar la carrera con una beca Erasmus. Hijo de un profesor de inglés del colegio de los Maristas de Algemesí, en mayo Oliver fue de sustituto por las listas de Esquerra Unida en Benicull. No tenía vinculación con la coalición, pero se lo propusieron y fue. "Yo he hablado mucho con él de política y tenía un pensamiento de izquierdas. Decía que había que cambiar las cosas desde arriba del todo, que había que hacer fuerza", relata Alberola. Pero Daniel no era un hombre de partido. Siempre que no se tratara de un partido de fútbol: jugó en el Albalat, el Algemesí, el Polinyá. Y jugaba en un equipo de la universidad. "Era de los que te contaba las jugadas que había hecho y por la mañana te las volvía a contar". Su padre, Roberto Oliver, recuerda que la fiebre futbolera le venía de la época del loco Stoichkov. A pocas horas del entierro de Daniel, que supuso una gran conmoción en el pueblo, Roberto evoca cómo su hijo, de pequeño, era "abierto, espabilado, buen estudiante y con muchos amigos". Una de sus mayores ilusiones, cuando regresaba a Benicull los viernes, "era jugar a fútbol-sala con sus amigos en el pabellón". Quienes lo conocían no se extrañan de que aquel día corriera a ayudar a la mujer en apuros. ¿Y qué hubieran hecho ellos? "No lo sé", responde Francesc Banyuls. "Cuando son las fiestas de mi pueblo, que sueltan toros, yo nunca me meto en el recinto. Y siempre me he preguntado: ¿El día que pille el toro a un amigo, qué haré? ¿Me tiraré encima o no? A mí me gusta pensar que sí lo haría. Y estoy contento de pensar que tengo un amigo que sí lo ha hecho".
IGNACIO ZAFRA / XAVIER ESPANYA - Valencia - 29/10/2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario